Malas pero divertidas, Naxo Fiol, Aratz Juanes y Victor Olid
Texto: Jose Martín
Hablen de lo que hablen, existen textos tan capaces de transmitir de forma directa la pasión de sus autores que una vez dado el primer paso, proceden al secuestro de la atención de un lector que solo es devuelto al exterior una vez agotado el último párrafo. Este el caso de Malas pero divertidas, editado por Raima en 2011, y firmado a tres bandas por Naxo Fiol, Aratz Juanes y Victor Olid, críticos especialistas en el hoy muy mentado cine trash, además de realizadores de cortometrajes y responsables del blog Aquí vale todo entre otras muchas divertidas fechorías de regusto celulósico.
¿Puede un una guía del cine de serie B más divertidamente atroz convertirse en un libro de aventuras? Desde mi punto de vista, Malas pero divertidas demuestra rotundamente que sí. Mucho más allá de las cien películas aquí detalladamente referenciadas y comentadas, de los muchos litros de sangre y vísceras que contienen sus imágenes, de los desnudos gratuitos, las frases lapidarias, los punks adoradores de Satán y los robots de pelo en pecho, por encima de todo en esta obra predomina el amor de sus autores por un cine que por malo se torna leyenda inmortal. Así, cada una de las fichas, redactadas oportunamente en un tono informal que invita a sacar las palomitas y ponerse a buscar en Internet, se convierte en un episodio de aventuras que obliga al lector a seguir investigando cuáles fueron las extrañas circunstancias que llevaron a ciertos seres humanos a embarcarse en proyectos fílmicos con nombres como Karate contra Mafia (Ramón Saldías, 1980, España), La verdadera historia de Barman y Droguin (Gilberto de Anda, 1991, México) o Rocky Tan-Go (Ricky Santiago, 1986, Filipinas). A este respecto, un ilustrativo prólogo a cargo de Jack Perez, director en 2009 de la norteamericana Mega Shark Versus GiantOctopus (una cinta donde un jumbo es derribado en pleno vuelo por el mordisco de un escualo gigante y que además, protagoniza Lorenzo Lamas), da una idea al no iniciado del cine a tratar en el conjunto del texto que le sigue ylas pretensiones que a sus procesos de producción se asocian.
No se trata solo de un índex de lo cinematográficamente inconfesable. Malas pero divertidas propone un viaje guiado por los caminos de la imaginación desbocada puesta al servicio o bien de la creación casera o de la búsqueda de un negocio, el de la serie Z o el cine en VHS, que el nuevo estadio de la industria cinematográfica y las nuevas tecnologías de la comunicación podrían haber enterrado para siempre.
Aquí hay sitio para todo, desde las películas hechas para aprovechar el tirón de los éxitos hollywoodienses de turno (ahí están Tiburon 4 de Enzo G. Castelliari, 1981 o Mi amigo Mac de Stewart Raffill de 1988), hasta curiosidades interpretadas por pesos pesados del cine tanto internacional (como Kirk Douglas en Cactus Jack, Hal Nedham, 1979, EE.UU) como nacional (Alfredo Landa en Polvos Mágicos, José Ramón Larraz, 1983). No faltan tampoco algunas de las cintas perpetradas por las leyendas (más o menos contentas de serlo)de la serie B setentera española como Mariano Ozores, Juan Piquer Simón o Paul Naschy.
Definitivamente, se trata de uno de esos libros que sorprende, divierte e ilustra a partes iguales. Aunque bien es cierto que nadie se merece un cine tal malo como el homenajeado en sus páginas, también lo es que nadie debería merecer perderse una obra como esta y las posteriores conversaciones con los amigos que de su lectura se generen.
